Léase mientras en tu estéreo se repite
Ríos de lluvia caían
por tu ventana, tu solo acertabas a mirar las gotas más lentas, veías como
resbalaban lentamente, sin ninguna prisa, la tarde languidecía y afuera los
ruidos de la ciudad se daban una tregua ante la lluvia, demasiado jaleo
siempre, demasiadas personas siempre, demasiada mierda siempre. Algún rayo
salvador había deshecho el transformador y había sumido la colonia en la
tranquilidad que solo la falta de energía eléctrica podía dar.
Lentamente el sol se
ocultó mientras que afuera seguía lloviendo y tu, detenido en un nudo de tiempo
solo acertabas a ver las gotas resbalar, nada ni nadie te impedía sentarte ahí
con tu cigarro y relajarte, sentir como tus miembros entraban en una somnífero
y tranquilo entumecimiento en la casi oscuridad en la que toda la ciudad se
sumía, al igual que tu corazón, al igual que el corazón de miles de personas en
la ciudad.
La vista desde el decimo
piso siempre fue perturbadoramente atrayente, de pronto la luz regresó y a lo
lejos escuchaste una canción en un estéreo ¿qué canción es? Piece of my heart
de Janis, una perra sabia esa Janis, sabía disfrutar la tristeza, sabía lo que
valía el dolor en el corazón. Te levantaste y llenaste a la mitad tu vaso con
Jack, buscaste una cajetilla nueva de cigarrillos y volteaste a ver la ventana,
llovía de nuevo, sin furia, solo el rumor de las gotas cayendo hacía tangible
la lluvia.
Te volviste a sentar
viendo la lluvia, sorbiste lentamente el whiskey, sentiste esa deliciosa
sensación de fuego en la garganta, abriste la puerta del balcón, aspiraste el
aire limpio, frio y triste que venía con la lluvia, una gota cayó en tu mano y
pensaste ¿qué se siente, qué sentirán las gotas al caer y deshacerse en miles
de ellas mismas, cada vez más chicas, hasta casi no existir, a lo lejos la
canción se repetía una y otra vez “take
another Little piece of my heart now baby…” una perra sabia esa Janis, no
cabía duda.
Terminaste el vaso de
Jack y saliste a sentir la lluvia en tu rostro, a sentir como cientos de gotas
explotaban en todo tu cuerpo, en tu cara, en tu pecho, cerca de tu corazón, con
la muerte de cada gota tu cabeza se enfriaba y el dolor sucumbía a la belleza
de la muerte de mil gotas. Subiste al barandal del balcón ¿qué sentirán las
gotas al caer y despedazarse? Viste al cielo y te dejaste caer, tus últimos dos
pensamientos fueron ella no merece mi muerte y ¿qué sentirán las gotas al caer
y despedazarse?
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